viernes, 4 de junio de 2010

EL ADULTERIO. ¿ES UN PECADO EN CUERPO O EN ALMA?

Citando la Palabra de Dios en Mateo 5, 27-28, está escrito: “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Que revelación tan interesante, conocer de parte de Dios que el adulterio es un pecado del alma más que del cuerpo, ya que la raíz de todo pecado se encuentra en la actitud y su consentimiento. El acto por adulterio llevado al cuerpo simplemente es un resultado o consecuencia de este pecado, ya que el pecado se consuma o se comete en la mente, pero sobre todo en el corazón, esto equivale al deseo voluntario y la complacencia del hecho.
Muchos hombres creen que se puede o es normal desear a una mujer y quererla, teniendo aun así otra mujer como pareja y que si se evita algún acto sexual con ella es suficiente para no pecar, esto no es así, simplemente, aunque no se haya acostado con ella siempre se consuma el adulterio, porque la cita de Mateo es muy clara.
Muchos matrimonios hoy en día se ven destruidos por este pecado que se ha convertido en un problema social hasta el punto que este mundo, que cada día más se pierde por no buscar a Dios, ya aceptan y se resignan a que hechos como el adulterio sean normales, buscando de un modo legitimar la promiscuidad. De hecho, muchas religiones, entre ellas la musulmán, tienen constituida la promiscuidad como un dogma que humilla y pone en el suelo a la mujer. La mujer es también un ser humano como el hombre que debe amarse y el respeto es una de las dimensiones del amor que debe gobernar todo matrimonio o relación.
En el caso de las mujeres, el adulterio ha sido un pecado que ella misma consumó desde la creación del mundo con la inclinación de Eva a Satanás delante de los ojos de Dios. Por este adulterio espiritual que cometió la mujer, al igual que Adán, en contra de Dios, le valió a la mujer ser sujetada al hombre, a su marido, por lo que su marido es su señor. El hombre, hoy en día, ha perdido la condición que le otorga la Palabra de Dios de ser cabeza de la mujer (1era. Corintios 11,3), ya que el feminismo abusado y la perdición de este mundo alejado de Dios ha hecho que la mujer ya no respete al hombre y también muchas veces caiga en adulterio desde la misma raíz, en la mente y el corazón.
El diseño original de la familia ha sido tergiversado hasta el punto que se habla del tercer género como la homosexualidad. Tenemos como Hijos de Dios que ser muy sabios para denunciar este problema de índole espiritual ante el mundo, incluso ante los creyentes, sin señalar a nadie. No se trata de arrojar piedras como lo hacían los judíos (Lucas 8, 3-5) sino de construir un nuevo modelo de matrimonio. Hay que decirles a los jóvenes, sin religión alguna, que primero es Dios para él y que debe ser fiel y sobretodo “sincero” con su futura esposa, pero que debe escoger conforme a su agrado, a su elección de acuerdo a su físico y a su actitud, ya que debemos dejarnos de dogmas religiosos, en donde las mujeres se deben gustar sin las axilas rasuradas, sin maquillaje, sin peinados, con olor a cocina y con sotana desde el cuello hasta los pies, porque esto lo que hace es que el hombre mire para los lados y se decepcione. No es nada contra ningún creyente porque cada quién tiene su elección, pero sobretodo entonces, la clave está en ser “sincero” con su mujer, con su esposa. Recuerden hermanos que debemos ser fieles a nuestras parejas con alegría y en la Paz del Señor, sin fingimientos ni engaños, con libertad espiritual y plena de decir esta es mi bella esposa o este es mi gran esposo. Bendiciones a ustedes en el nombre de Yahshua Ha Mashiaj.