Citaremos la poderosa Palabra de Dios en el Evangelio de Lucas 18, 18-25, escrito está: “Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre. Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico. Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”.
Vamos a discernir acerca de esta escritura. El hombre “principal” era un miembro de alto nivel o un representante de la comunidad farisaica judía. Los fariseos eran un movimiento laico que se había formado en la primera mitad del siglo II a. C., en la lucha contra la helenización. Sus miembros procedían de todos los sectores y estratos de la población. Tan sólo sus dirigentes eran escribas. Como pueden ver, se trata de nada menos que de un movimiento religioso, por lo que puedo deducir, sin duda alguna, que el hombre que le llegó a Jesús era un religioso tradicional. Este hombre se le acercó a Yahshua y sagazmente lo llamó “Maestro Bueno”. Cristo, conociendo sus intenciones y su corazón, supo que quería probarle, manipularlo y lucirse delante de Él, y con gran sabiduría le responde a la pregunta “¿qué haré para heredar la vida eterna?” o lo que es lo mismo “ser salvo”. Yahshua le respondió, conociendo sobre estos personajes, que eran hipócritas, vanidosos y letrados en la Torah, los mandamientos que el ya sabía. Pero el fariseo, dándose de inocente le dice: “Todo esto lo he guardado desde mi juventud”, por lo cual, Yahshua lo desenmascaró delante de la gente y sus discípulos, exhortándole a dar sus riquezas a los pobres y seguirle. Sólo con mostrarle cual debe ser la verdadera santidad y no la “santidad religiosa”, cuyo mandamiento mayor que resume todos, que para amar a Dios, al Padre, hay que amar al prójimo, sino lean la parábola en Mateo 18, 24-35, en la cual Dios demanda nuestro amor al prójimo, ya que el nos da su eterno amor. El hombre principal no quiso darles absolutamente nada a los pobres, se le cayó la máscara de la perfección. Y asombrados los discípulos manifestaron que la salvación era cosa difícil o imposible para un ser humano, debido al símil que utilizó Nuestro Señor para comparar el paso de un rico al cielo, entiéndase por rico en esta lectura, aquel que es avaro y codicioso, y el paso de un camello por el ojo de una aguja, que es una ventanilla circular que se ubicaba en la parte superior de las viviendas y edificios.
Sin embargo, Yahshua les aclaró que la salvación es posible para Dios y solo basta, no solo con buscarlo y aceptarlo, sino con amar a nuestro prójimo, esta es la obra de la fe que determina a un cristiano verdadero, que amando a su prójimo, no de labios, sino ayudándole, servirle, atenderlo en la enfermedad, en la desidia, en la tragedia y en la escasez, ya que nuestro prójimo es la figura de Cristo. Esto, hermanos, determina “nuestra salvación”, porque el amor es prueba evidente de que creemos en Cristo. Las puras palabras de la boca, no es suficiente para creer en Cristo. Por ejemplo, si un muchacho cree a su padre cuando le dice no tomes ni consumas droga, simplemente obedece porque le cree lo que el le advierte acerca de la droga, pero si le dice a su padre, si te creo, pero va y consume la droga, y recae muy grave en el hospital, entonces se dará cuenta de que no creyó en su padre. Este es el mejor ejemplo de saber si creemos en Cristo o no, si somos salvos o no. Si estamos arrepentidos a la hora de partir de este mundo o no, Sino lean, entonces, Mateo 25, 41-46, el que lea, entienda.
La santidad es obedecer a amar a nuestro hermano, no en ir a templos, vivir una semana en ellos, rezar todos los días, porque muchos no oran sino “rezan”, repiten y repiten, tampoco en vestirse de esta manera o creer ser perfectos a los demás, destilando orgullo y soberbia. Hermanos, la santidad no puede ser ni es un término religioso. Muchos huyen a la Santidad, no por ser débiles, sino por el mal concepto que le dan de tildar de religioso a una persona, haciéndole ver que la Santidad es la autosuficiencia humana que predica la religión, negando indirectamente la dependencia a Nuestro Padre, a Nuestro Señor que bien dice que dependemos de Él, porque somos los pámpanos que estamos unidos a la Vid que es Cristo Yahshua. Ya saben, la Santidad es “Amor” y no “religión” porque Dios es Amor. Bendiciones en el nombre de Yahshua Ha Mashiaj.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sus comentarios son importantes...